viernes, 3 de julio de 2015



Mi ideal, Jesús, Hijo de María


Ad Iesum per Mariam
Hermano mío, la devoción a mi Madre tiene tal grandeza, es tan beneficiosa y nos agrada tanto a mi Madre y a Mí, que no puedes contentarte ni con la medianía, ni con lo bastante bueno, ni aun con lo muy bueno: has de anhelar la mayor perfección.
            ¿Sabes, pues, cuál es la devoción más perfecta a María? Rebusca en los libros, consulta a los teólogos, interroga a los santos, pregunta su secreto a los mayores siervos de María que la tierra haya visto nacer: en ninguna parte hallarás devoción más perfecta que la que aquí voy a enseñarte: la participación de mi propia piedad filial hacia mi Madre.
            ¿No consiste la perfección para mis discípulos en ser como su Maestro? ¿No les di Yo ejemplo para que obrasen como Yo? ¿No les repitió mi apóstol Pablo que, para ellos, todo está en la imitación de Cristo, en revestirse de Cristo, en reproducir las disposiciones de Cristo, en vivir, no ya según su propia vida, sino de la vida de Cristo?
            Dime, ¿puedes concebir respecto de mi Madre disposiciones más perfectas que las mías?
1º Yo soy Hijo de María porque así lo quise
            Pues bien, hermano mío, para comprender mi piedad filial hacia mi Madre, comprende en primer lugar que, si Yo soy Hijo de María, es porque quise serlo.
            Nada hago por coacción, azar o sin designio. Cuando decidí venir a reparar la gloria de mi Padre y salvar a la Humanidad, se abrían ante Mí infinidad de caminos; a todos ellos preferí la senda de María. Libre y deliberadamente creé a María para que fuese mi Madre, pues Ella no hubiera existido si Yo no me hubiese propuesto confiarle esta misión; libre y deliberadamente la hice tal como es, para que luego Ella, a su vez, me hiciese tal como soy.
            Soy realmente Hijo suyo y, como los demás hijos, he querido ser formado de la sustancia de mi Madre, alimentarme con su leche, y que Ella me cuidase y educase, estándole Yo sumiso. Soy Hijo suyo mucho más de lo que tú eres hijo de tu madre, porque de Ella sola quise Yo recibir mi humanidad. Yo soy Hijo suyo por entero, Dios y hombre, porque Aquél que en Ella se encarnó no constituye más que una sola y única Persona.
            Has de saber que si he querido ser su Hijo, ha sido por amor. Ante todo, por amor a mi Padre, para poder así glorificarle mejor; pues mi Padre sería comprendido y amado mejor por los hombres gracias a Ella. Luego, por amor a mi Madre, que había de darme más alegría que todos los ángeles y hombres juntos. Y, después, también por amor a los hombres…, por amor a ti, mi queridísimo hermano…
2º Mi Madre es tu Madre
            Hermano mío, no puedes tú reproducir mi amor filial hacia María si, como Yo, no eres hijo suyo.
            ¿Sabes hasta qué punto eres en verdad hijo de María?
            Todos los fieles creen saberlo, pues todos llaman a María Madre suya. Pero por desgracia es muy imperfecta la idea que la mayoría tiene de su maternidad sobre ellos.
            Muchos aman a María como si fuese su Madre. ¿Qué te contestaría la que te dio el ser si le dijeras: «Te quiero como si fueras mi madre»?
            Muchos piensan que María es su Madre únicamente en virtud de aquellas palabras que pronuncié antes de expirar, cuando al ver al pie de mi cruz a mi Madre, y junto a Ella a mi discípulo predilecto, dije a María: «Mujer, he ahí a tu hijo»; y a Juan: «He ahí a tu Madre». Bien hubiera podido mi palabra confiar a María una misión materna y crear en Ella disposiciones semejantes a las de una madre; pero si su maternidad sólo hubiera dependido de esa palabra, no habría sido más que una maternidad de mera adopción. Ahora bien, conviene que comprendas que María es tuverdadera Madre en el orden sobrenatural, de igual manera que la mujer que te trajo al mundo es tu verdadera madre en el orden de la naturaleza.
            La madre es la mujer que da la vida. María te ha dado la vida, la vida por excelencia. Ella te la dio en Nazaret, y en el Calvario, y te la da en tu bautismo.
            1º En Nazaret, te concibió a ti al concebirme a Mí. Sabía Ella que, respondiendo a Gabriel sí no, te daría la vida o te dejaría en el seno de la muerte. Pronunció el sí para que vivas. Al consentir en darme vida humana, consentía en darte a ti la vida divina. Al hacerse Madre mía se hacía también Madre tuya. Desde aquella hora, en los designios de Dios y en sus propios designios –pues Ella entreveía los designios de Dios, y adhería plenamente a ellos con toda su alma–, Tú pasaste a formar parte de mi Cuerpo místico. Yo, cabeza; tú, uno de los miembros. Juntos, aunque de distinto modo, María nos llevaba a ambos en su seno materno, porque los miembros son inseparables de la cabeza.
            2º En el Calvario, te dio a luz al ofrecerme a Mí en sacrificio por ti. Sólo en el Gólgota se consumó tu liberación del pecado y de la muerte. Allí acabé Yo «la destrucción de quien detentaba el imperio de la muerte», y te merecí con mi muerte la gracia de vivir de mi vida. En unión con María pude Yo llevar a cabo esta obra. Ella me había concebido para ser víctima; me había alimentado y educado con la mira puesta en el sacrificio; y en el momento supremo me ofreció al Padre por tu salvación, aceptando renunciar en tu favor a sus derechos maternos sobre Mí. Y Ella que, siempre virgen, se vio colmada de gozo en el nacimiento de su Primogénito, tuvo que darte a luz a ti y a tus hermanos en el más angustioso de los dolores.
            En aquel momento se consumaba su maternidad sobre ti. Y por eso quise proclamar en aquel momento esa maternidad confiando a María a los cuidados de Juan, y a Juan a los de María. No era mi palabra la que entonces creaba esta maternidad, sino que la proclamaba, la confirmaba y la completaba en la hora más solemne de mi vida, en la hora en que mi Madre, convertida ya plenamente en Madre tuya, comprendía a la perfección su misión materna.
            3º En tu bautismo, María te da la vida, no ya sólo de derecho como en el Calvario, sino de hecho. Tu madre natural, al darte el ser, trajo al mundo un niño muerto. Para que obtuvieras la vida era preciso que la gracia santificante te fuera infundida en la fuente bautismal. María es quien te consiguió esa gracia santificante. Sin Ella no se otorga jamás ninguna gracia. Cuando, de «hijo de ira», te convertiste en «hijo de Dios», fue María quien te engendró a la vida divina.
            ¿Entiendes ahora cómo María, al hacerte partícipe de la vida de Dios, es con toda verdad Madre tuya en el orden sobrenatural, no de otro modo a como la que te dio la vida humana es verdaderamente tu madre en el orden natural?
3º Perfección de la maternidad de María
            En realidad, Ella es aún más madre tuya que tu madre de la tierra.
            1º Te ha comunicado, no una vida efímera como tu vida terrena, sino una vida sin fin; no una vida entreverada de imperfecciones y de angustias, como la vida presente, sino una vida incomparablemente feliz; no una vida creada, humana o angélica, sino –y compréndelo bien– una participación a la vida increada, a la misma vida de Dios, a la vida de la Santísima Trinidad. Por eso, esta vida no tendrá fin y será incomparablemente feliz, porque participa de la eternidad y de la bienaventuranza de Dios. ¿Qué maternidad humana puede compararse con esta maternidad de María?
            2º Ella sigue ocupándose de ti durante todo el curso de tu existencia, mientras que las madres de la tierra sólo cuidan de sus hijos hasta que son mayores. Tú serás siempre «su hijito, al que da a luz de nuevo hasta que Cristo se forme en ti». Y si, por desgracia, perdieras la vida sobrenatural, María, muy al revés de las madres terrenas, que lloran impotentes sobre el cadáver de su hijo, puede volverte a la vida cuantas veces estuvieras privado de ella.
            3º Ella es mucho más Madre tuya por el modo como te infunde la vida. Para darte a luz, ofreció incomparablemente más que tu madre terrena: inenarrables dolores y la vida de Aquél a quien amaba infinitamente más que a su propia vida. Y no sólo eso, sino que además Ella te ama con un amor que supera en intensidad y pureza al amor que todas las madres juntas pueden tener por sus hijos.
            Pues bien, María es tu verdadera Madre, y Madre tan perfecta, porque es mi Madre. Y tú eres mi hermano, mi hermano infinitamente querido, porque mi Padre es Padre tuyo y mi Madre es Madre tuya.
Conclusión
            Hermano mío, ya que mi vida es tu vida y mi Madre es tu Madre, te es fácil imitar mi amor filial hacia Ella. Pero no has de imitarme como el discípulo imita al maestro, o el cristiano imita en la tierra a su celestial patrono. Soy más que un modelo; soy para ti un principio interno de vida.
            Vives por Mí. Mis disposiciones han de pasar a ser las tuyas.
            Yo soy la vid, tú eres un sarmiento: la misma savia circula por la vid y por los sarmientos. Yo soy la cabeza, tú eres un miembro de mi cuerpo místico: la misma sangre corre por la cabeza y por los miembros.
            Cuando tú eres puro, soy Yo puro en ti; cuando tú eres paciente, soy Yo paciente en ti; cuando practicas la caridad, soy Yo quien la practica en ti; tú vives, pero ya no eres tú quien vive, soy Yo quien vive en ti; tú amas a mi Madre; no, ya no eres tú quien la ama, soy Yo quien la ama en ti.
            ¿Comprendes ahora por qué te sientes tan feliz de amar a María? Soy Yo quien en ti me siento feliz de amarla.
            Participas de mi vida; pero, por desgracia, mi vida está lejos de ser perfecta en ti. Si lo fuera, pensarías, sentirías, querrías y obrarías como Yo, siempre y en todas las cosas.
            Demasiados obstáculos estorban la libre expansión de mi actividad en tu alma. Me encuentro viviendo en ella como un prisionero en su celda.
            Conviene que remuevas esos obstáculos; has de llegar, por tus esfuerzos generosos, a pensar mis pensamientos, a querer mis voluntades. Tienes que completar lo que te falta de mi vida.
            Asimismo, participas de mi amor filial a mi Madre, pero estás muy lejos de tener por Ella un amor perfecto.Tienes que completar lo que en ti falta a mi amor a María, mi Madre.
            ¿Comienzas ya a vislumbrar lo que intento revelarte sobre tu devoción a María?
            Se trata de que ames a mi Madre porque Yo la amo; de que la ames como Yo la amo; de que la ames con el mismo amor con que Yo la amo…
© Seminario Internacional Nuestra Señora Corredentora
C. C. 308 – 1744 Moreno, Pcia. de Buenos Aires
Hojitas de Fe. hojitasdefe@gmail.com
P. José María Mestre Roc. jmmr.sem@gmail.com